LA COPA DE CRISTAL - Capítulo cincuenta y tres


LA COPA DE CRISTAL

Capítulo cincuenta y tres


Ricardo estacionó su carro articulado al final de la línea, en la Rua José Joaquim Gonçalves... otro viaje completo. Se bajó del vehículo y, mientras su acompañante se dirigía al inspector para entregarle el informe de viaje, él se dirigió a la cafetería cercana a la parada de autobús. Pidió el almuerzo, y mientras esperaba que le prepararan el platillo, se sentó en una de las mesas, bebiendo una Coca Cola y viendo pasar el mundo. Pronto llegó su plato... arroz, frijoles, un bistec, un huevo y una ensalada. Trató de atacar la comida y pronto su plato estuvo limpio. Tomó una taza de café, se sentó un rato... se levantó y se dirigió hacia la plaza donde estaban estacionados los autos. Le preguntó a su compañero cuánto tiempo les quedaba, este le informó que su auto no saldría hasta dentro de unos cuarenta minutos. Se subió al auto, se acostó en uno de los asientos y aprovechó para tomar una siesta.

El reloj marcaba las ocho de la noche cuando Ricardo apuntó su súplica a la puerta del garaje. Era su nuevo coche a escala. No era su favorito... prefería trabajar con los tocones, pero la mayoría de las líneas de la empresa tenían articulados. Menos mal que su letra era la letra "E", por lo que podía llevar cualquier vehículo. El valet de turno en el garaje se hizo cargo del vehículo, y el joven pudo cerrar su expediente, poniendo así fin a su jornada laboral. Eran poco más de las ocho y media. Ricardo estaba un poco pensativo, sin saber exactamente lo que haría. Después de reflexionar un poco, llegó a la conclusión de que lo mejor que podía hacer era irse a casa y descansar un poco... y eso fue lo que hizo. Otra hora más o menos y allí estaba, recostado en el sofá. El sonido de la campana lo hizo saltar de su posición, después de todo, no esperaba que nadie lo visitara...

- ¡¿Señor Mario?!

- Buenas noches, Ricardo... tenemos que hablar...

- ¿Qué pasó, Mario?

- Eso es lo que me gustaría saber...

- No entendí...

- Chico, seré sincero... has estado persiguiendo a Letícia...

- ¿Yo?... te estás volviendo loco...

- ¿Estoy? En una semana ya la has visto cuatro veces...

- Coincidencia, Mario... ¡coincidencia!

- ¿Incluyendo cumplir con el deber en la plaza frente a mi casa?

Ricardo estaba callado. Sí, era cierto que había anotado frente a la casa de su suegro. Pero esperaba que nadie se hubiera dado cuenta... ¡solo ellos lo habían hecho! Lo peor es que este turno no deseado no dio ningún fruto... los días que él se quedó frente a la casa de su suegro, ella no se presentó... y cuando estaba de guardia en casa de su cuñada tampoco tuvo éxito. ...

- Mario, reconozco que estuve estos días frente a tu casa... pero fue de pura casualidad...

-¿Tres días seguidos? ¿Qué demonios es esto?

- Bueno, estaba buscando trabajo… por casualidad la administración de la empresa donde trabajo está cerca de tu casa… y los tres días en cuestión eran los días que tenía que ir a la oficina…

Era mentira, pero el suegro no tenía forma de saberlo... después de todo, hay unas oficinas cerca de su casa... así que, aunque no era real, podía fingir que estaba brindando la documentación para hacer efectivo su contrato...

- Tu Mario, sé que mi matrimonio ha terminado. Pero, maldita sea... ni siquiera hablamos de eso. Y creo que al menos una conversación me merezco....

- Por favor, deja en paz a mi hija...

- O entonces...

- O sino tendremos que hablar de verdad... y seguro que eso no te gustará mucho... ¡no tientes tu suerte!

- ¿Me estás amenazando, Mario? Lo siento, pero estoy en mi casa...

- No, chico... No te estoy amenazando... Solo te digo que Cecília tiene una familia que la cuida... Eso nunca lo olvides...

Y así Mario sale de la casa de su yerno... Adriano se queda quieto unos segundos en medio de la habitación. Luego, en un acto de furia, arroja contra la pared el jarrón que estaba encima de la mesa de centro, para desahogar la ira que está sintiendo…

- Doña Olga, ¿no extraña a Ricardo?

- Lo extraño... pero no viene a vernos porque no quiere...

- Pues tú tampoco lo viste...

- Me rendí... las veces que decidí ir a verlo, nunca lo encontré en casa...

- Lo sé, pero ahora es diferente...

- Diferente, ¿cómo, niña?

- Vive solo... podría necesitar tu apoyo, ¿has pensado en eso?

- De ser así, habría seguido viviendo conmigo, ¿no crees?

- Tal vez... de repente, para él, aquí había un lugar que lo asfixiaba... podría ser eso...

- Mira, Rose... a mi hijo nunca le gustó vivir conmigo. Como te dije, cuando pensó que podía valerse por sí mismo, desapareció en el mundo. No tienes idea de cuánto he estado detrás de este chico...

- Entiendo, Sra. Olga.... pero es su hijo y está desorientado, en este momento... de repente...

- Si crees que sí, ¿por qué no volver a vivir con él?

- Primero, por qué no soy la persona que él quiere a su lado...

- Por supuesto, él no puede manipularte.

- No es manipulador...

- Niña, yo sé el hijo que tengo... y te diré algo, con mucho dolor en el corazón... ese no vale ni un centavo...

- Doña Olga....

- ¿Y estoy mintiendo? ¿Intentó o no agredirte cuando vivíais juntos?

- Lo intenté, pero...

- Eso es todo... ¿sabías que, la última vez que lo busqué, me amenazó con golpearme si insistía en traerlo a casa?

- No... no me hablaste de eso...

- Sí... ¿entiendes ahora por qué lo dejo llevar su vida como quiere?

- Vaya... y me fui a abordar esta canoa agujereada...

- Sí... Me alegro de que Cecilia y tú saltarais del barco antes de que se hundiera....

- Sí, pero él la encarnaba...

- Espero que se cuide... Como te dije, Ricardo no es de fiar...

Después de escuchar esas palabras, Roseli incluso sintió lástima por el que alguna vez había sido su rival en el amor y agradeció en su corazón por no ser el favorito de su ex… estaba mucho mejor sola, seguro…

- Una cosa más, Rose… desde que se recuperó del accidente y decidió volver a esa casa… ¿cuántas veces vino a ver a su hija?

Roseli pensó un poco antes de responder...

- Ninguna... pero debe ser porque...

- Porque perdió el interés en ustedes... Sé que es difícil escuchar eso, pero esa es la verdad... ya no le importas tú ni tu hija...

- Pero él estaba tan apegado a ella...

- Para que veas... yo creo que en el fondo os culpa a los dos de su separación...

- Pero...

- Lo sé, eso no tiene ningún sentido... pero asegúrate de que se alejó del pequeño por eso...

Roseli se quedó en silencio por unos momentos, pensando en lo que le había dicho la abuela de su hija. Y llegó a la conclusión de que la anciana tenía razón... Ricardo culpó a ella y a su hija del fracaso de su matrimonio... olvidando que fue él, no ella, quien forzó el inicio de la relación...

Comentários

Postagens mais visitadas deste blog

QUEM SOMOS NÓS?

23 - A NEW DIRECTION

SELF-ACCEPTANCE