FAMILIA...


 FAMILIA...


La visión que tenemos de nosotros mismos es la de una persona perfecta, ¿no? Somos, en nuestra imaginación, las mejores personas del mundo... desinteresadas, siempre dispuestas a dar lo mejor de nosotros para quienes nos rodean... siempre dispuestas a ser las últimas para que las personas que cuidamos estén siempre bien, felices y cómodas. No importa el tamaño del sacrificio que tengamos que hacer para lograr tal propósito. No importa si no logramos hacer algo que realmente queremos, si dejando de lado nuestro deseo conseguimos suplir cualquier necesidad que pueda tener nuestro grupo. Sí, esta es nuestra autoimagen... la persona desinteresada, la persona solidaria, la persona siempre presente... pero ¿sabes lo que descubrí? Esta no es la imagen que tienen de nosotros las personas cercanas y queridas... o, al menos, esta no es la imagen que tienen de mí mis seres queridos... lo que me propongo hacer no les basta. No diré que tengo razón en mi posición. Sólo que fue un shock para mí descubrir, de un momento a otro, que no soy en absoluto lo que, al menos para ellos, imaginaba.

Descubrí, por ejemplo, que mis hijos estaban resentidos conmigo por la forma en que los crié cuando eran pequeños. Dios mío, siempre hice lo mejor que pude para que al menos estuvieran cómodos... No voy a hablar de cuántas cosas tuve que renunciar a cosas que eran importantes para mí, para suplirles lo que necesitaban, porque esa era mi obligación. ¿Cuántas y cuántas noches he pasado noches en vela para que pudieran tener su vida tranquila... en la medida de lo posible, claro... sin tener que preocuparse de nada más que de ser niños? Y eso también se refleja en mi pareja... por más que hago y demuestro mi amor, mi cariño, ella no se preocupa de demostrar que le he fallado... no sé dónde. De hecho, a veces no entiendo cómo llevamos tanto tiempo juntos, ya que al parecer no coincido con lo que ella quiere. Pero luego entramos en otro campo minado, explosivo. Mejor déjalo ir.

Todo lo que puedo decir es que siempre di todo de mí a todos los que me rodeaban. Nunca medí los esfuerzos para ayudar a alguien que me pidió ayuda, sin importar quién fuera. Nunca me importó darle mi último trozo de pan a otra persona si venía a pedírmelo. Y siempre he tratado de poner las necesidades de los demás por encima de las mías... Siempre he sido mi última prioridad. Pero parece que esto no es suficiente, ¿verdad?

Bueno, al menos ya sé cuál será mi destino cuando finalmente me encuentre incapaz de seguir luchando por la vida... solo y abandonado...

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