WALKÜREN - LAS TRES MARÍAS Capítulo Catorce
WALKÜREN - LAS TRES MARÍAS
Capítulo Catorce
- Entonces voy a necesitar ayuda...
Era el Doctor Carneiro, quejándose de la excesiva carga de trabajo del Delegado Santana...
- ¿Qué pasó, Carneiro?
- Sólo esa noche hubo cinco víctimas... nuestro monstruo se está volviendo codicioso...
- ¿El mismo modo de ataque?
- Sí... cabeza casi cercenada, ni una gota de sangre...
- Creo que Juvêncio tiene razón...
- ¿Sobre qué?
- ¿Murieron todos en el mismo lugar?
- No… y eso es extraño… las víctimas estaban muy alejadas unas de otras…
- ¿A qué distancia?
- El más cercano estaba a cinco leguas...
- Joder... un poco distante, sin duda...
- Así es... pero usted decía que Juvêncio tenía razón... ¿razón de qué?
- Cree que hay más de un monstruo atacando la ciudad... y al parecer, tiene razón...
- Estoy de acuerdo… incluso siendo una criatura mágica, la distancia es demasiado grande… no sería posible que una entidad solitaria hiciera todo ese daño…
Siguieron hablando, ambos quejándose de los acontecimientos en la región. Santana estaba realmente preocupada. Después de todo, si no resolvían pronto esta crisis que azotaba a su distrito, sabía que terminaría siendo transferido a otra región... y no quería que eso sucediera... después de todo, había plantado sus raíces allí... crió a sus hijos en una localidad que consideraba pacífica y tranquila, y no quería cambiar su rutina... Carneiro, en cambio, no corrió el riesgo de ser trasladado. .pero no soportaba recibir cada día los cuerpos de personas que conocía con la cabeza prácticamente cortada. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ayudar a terminar con esta situación… siempre y cuando no tuviera que salir al campo. primero, porque ya era de edad avanzada... no es que ese fuera el principal obstáculo, ya que el Delegado Federal parecía mucho mayor que él y todavía estaba firme como una roca... pero también estaba el hecho de que Estaba obeso y, lógicamente, ya no tenía el aliento de hace años. Por ejemplo, ya no podía montar. Para sus desplazamientos necesitaba utilizar un buggy. De hecho, si no fuera por el precio prohibitivo, habría importado una de esas novedades que había visto cuando iba a pasar sus vacaciones a la capital... ... y hasta en la gran ciudad había raras ejemplares circulando. Por lo que escuchó, quien trajo la noticia fue un dandy llamado Santos Dumont, que vivía en Santos… al menos eso escuchó. Bueno, si empezaban a fabricar esas máquinas por aquí, definitivamente compraría una… y retiraría los caballos… al fin y al cabo le parecía mucho más práctico… y cómodo. Pero mientras ese día no llegaba, el negocio era seguir con la calesa, de verdad… y su tiro de caballos…
El día se estaba haciendo tarde, y los dos amigos decidieron ir a almorzar a la casa de huéspedes de doña Noca... para entonces ya habían visto demasiados cadáveres y su estómago no podía perdonarlos. Como no sería necesario realizar una autopsia para determinar de qué murieron, pidió a Marieta, su asistente, que preparara los cuerpos para los ritos funerarios. Tenía la intención de liberar los ataúdes a más tardar a la mañana siguiente... si lograba enviarlos al cementerio todavía por la tarde, sería un alivio, porque a la mañana siguiente seguramente habría más cadáveres que enviar...
Cuando llegaron a la posada, vieron a Juvêncio sentado en una de las mesas al fondo del salón. Se dirigieron allí para hablar con su colega. Por supuesto, no tenían intención de hablar de los casos, ni en la mesa, ni a la hora de las comidas. Sabían que Juvêncio había tenido una vida intensa de aventuras y cada vez que lo encontraban lo instaban a comentar los casos que había vivido. El Delegado se mostró tímido al principio, pero al cabo de un tiempo contó sus aventuras con toda la naturalidad del mundo. Se notaba que era una persona solitaria, retraída en su mundo, pero cuando estaba en medio de un grupo tendía a soltarse y estar lo más cómodo posible. De vez en cuando mencionaba el nombre de Rosinha, el amor de su vida que lo había dejado por otro caboclo... pero era culpa suya, ya que hacía más de diez años que no veía a su novia...
Por supuesto, hoy Juvêncio ya no llevaba la máscara que lo había hecho famoso en el sertão. Pero su ropa seguía siendo negra, como una noche sin luna. Todavía lucía su fino bigote, una vez negro, ahora plateado, así como su cabello. Le preguntaron por su compañero de aventuras... el eterno niño Juquinha. Y explicó que, después de un tiempo, el niño pudo graduarse de una Universidad de la Capital... se había graduado en Derecho y había hecho un examen para la Policía Federal... y llegó a ser Jefe de Policía. Con el tiempo, el joven ascendió a cargos dentro de la corporación, y en ese momento era uno de los directores... ¿y cómo llegó Juvêncio a la corporación? ¿Era también licenciado en Derecho? No, no había ido a la universidad... pero, como en este mundo el que tiene padrino no muere pagano, acabó incorporándose al grupo... es cierto que su departamento no lo hizo oficialmente. existir... es más, ni siquiera era un agente oficial...
Santana quedó impactada por la revelación. ¿Qué quiere decir con que Juvêncio no era oficialmente Delegado? El caballero explicó entonces que, aunque era empleado del Gobierno Federal, investido de los poderes que su cargo exigía, oficialmente su división no existía en la corporación. Sus informes eran enviados a un sector específico y sólo su Superior tenía acceso a ellos. Sí, por supuesto que las altas esferas de la Corporación sabían de su existencia... pero fingían no saber nada. Cuando ocurrió un caso espinoso y no fue posible determinar las causas del hecho, se disparó. Y sus órdenes eran claras… debía resolver el problema lo más rápido posible sin despertar la curiosidad de ciertas personas a su alrededor. Lo que equivalía a decir que tendría que pelar la piña, pero debía dar explicaciones que no involucraran lo sobrenatural. Si eso no fuera posible, debería fingir que las situaciones nunca sucedieron... así de simple. Y así nuestro amigo siguió manejando el barco hasta el día en que Caronte tomó el control...
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