LA COPA DE CRISTAL capitulo setenta y uno


 LA COPA DE CRISTAL

capitulo setenta y uno



- Hola chicas...

- ¡Estela! Como...

- ¡¡¿Cómo se enteró de nosotros?!!

- ¿Atentamente? No tengo ni idea. Me vino una imagen a la cabeza, le pedí al chofer que me llevara a esta pizzería... y aquí estoy...

- Pues no te quedes ahí, para... siéntate...

Mientras tanto, Helena hizo una seña para que el asistente trajera otro plato a la mesa, que fue atendido rápidamente...

- ¿Y ahí? ¿Qué vas a tomar?

- ¿Qué estás bebiendo?

- Jugo de fresa con leche... es delicioso...

- Yo también tendré uno... ¿puedo...?

- Chica, si no pudiera, no les hubiera pedido que trajeran otro plato... sírvete... esta pizza está deliciosa...

- ¿Y cómo estuvo el desorden en casa?

- Bueno, para cuando me fui, mamá parecía estar en un estado letárgico, papá invitó a Ricardo a desaparecer del mapa, Selene estaba jugando con sus muñecas...

- Menos mal que el padre no impidió que ese sinvergüenza entrara a la casa...

- El padre no pudo hacer eso, Ceci... el que llamó a Ricardo fue la madre...

- Iba a ser un problema de todos modos...

- Pero, dime... ¿por qué nos perseguiste?...

- No sé... de repente me invadió un mal presentimiento... ¿sabes cuando sientes que tienes que hacer algo, de lo contrario las cosas se salen de control? ¿Que algo puede pasar sin retorno?

- Yo tenía la misma sensación... por eso vine con Ceci...

- ¿Qué es esto, chicos?

- De verdad, Ceci... ¿sabes el colgante que me diste? Empezó a calentarse y brillar, y de repente tuve el presentimiento de que si no estaba a tu lado esta noche, algo malo podría pasarte...

- A mi me pasó lo mismo...

- Cuando te ibas, mi colgante se puso rojo… cuando me fui contigo, volvió a su color normal…

- El mío también...

- Chicos, dejen de hacer tonterías... no me pasará nada...

- ¿Recuerdas lo que nos dijiste, cuando nos entregaste una parte de tu medallón?

- Que juntos podríamos superar cualquier obstáculo...

- ... pero, separados, ¿seríamos débiles y vulnerables?

- Chicos, ni siquiera sé por qué les dije eso...

- A menudo recibimos advertencias que no se pueden ignorar... esta es una de ellas...

Y así las tres hermanas terminaron la pizza que tenían delante y pidieron otra con pepperoni, que devoraron enseguida. Finalmente satisfechos, se levantaron. Cecilia fue al cajero a pagar la cuenta, mientras sus hermanas la esperaban en la puerta del establecimiento. Reunidos los tres, decidieron caminar un poco, hablar un poco y aclarar sus ideas. Hacía mucho tiempo que no hablaban como esa noche... una conversación tranquila, donde el tema principal eran los recuerdos de su infancia... las visitas que hacían a sus familiares en el campo... recordaban las travesuras que hacían. se levantaron, los a veces juntos, a veces solos y las consecuencias de sus actos... si, porque en la vida nada sale gratis y cada uno paga el precio de sus actos, buenos o malos... caminaron durante una buena cuarta parte de una hora, cuando Cecilia consultó miró el reloj y vio que era cerca de la medianoche... y al día siguiente todavía era jueves... decidieron que era hora de irse a casa, descansar un poco para el día de trabajo que se acercaba Subieron al auto de Helena y se dirigieron a una noche de sueño reparador... al menos, eso es lo que querían y esperaban... pero el destino no siempre está de acuerdo con nuestro deseo, ¿o sí?...

Después de ser "amablemente" invitado a salir de la casa del señor Mario, Ricardo salió a la calle, cavilando con odio... aunque no había mostrado ningún tipo de reacción frente a su ex suegro, por dentro su sangre estaba hirviendo, y el deseo de venganza por la afrenta que recibió afloró de tal manera que sintió en su corazón la necesidad de desahogar toda su ira, toda su frustración. Para él, todo lo que pasó esa noche tuvo una sola culpa... Cecilia... ella era la causa de toda su angustia, de todo su sufrimiento. Y él tenía que resolver esta situación de una vez por todas… carajo, le costó haberle dado unos minutos, le costó escucharlo, dejar que se explicara y decirle que todavía la amaba mucho, mucho mucho... y que su vida sin ella no tenía sentido? Sí, lo único que quería era quedarse unos minutos al lado de la mujer que amaba, y decirle que ella era todo en su vida, que su ausencia hacía de su vida un infierno sin fin... que no podía pensar bien sin ella por su lado... sí, eso era todo lo que quería decirle a su amada... pero Cecilia, esa maldita arrogante, le negó ese derecho...

Ricardo deslizó su mano dentro de su blusa, acariciando la culata de su "ángel de la guarda"... sí, así se refería a la pistola que había adquirido recientemente. Estaba cargado. Era ella, su "ángel", quien pondría fin a esa extraña situación que estaba viviendo... Cecília tenía otro hombre en su vida, estaba seguro, ahora... después de todo, eso solo explicaría por qué ella era tan intolerante con él. Ah, pero eso terminaría esta noche… él no iba a dejar que ella hiciera el payaso de él, para nada. Su esposa no le pondría un cuerno bajo ninguna circunstancia... su "acto de guardia" lo apoyaría en esa decisión... al fin y al cabo, si Cecilia no quisiera ser suya, no sería de nadie más. cualquiera. Iba a asegurarse esta noche de que eso nunca le pasaría a él... no, Cecilia no lo iba a dejar en ridículo... o ella vendría a su casa, a su lado, y vivirían los dos. felices para siempre, o viviría en cualquier necrópolis. Al lado de otro hombre, para que todos se burlaran de él, diciendo que su mujer lo había dejado por otro, no... ¡nunca!

Ricardo siguió caminando, de frente... con estos pensamientos martillando en su cabeza... un poco más adelante encontró un bar aún abierto... no tuvo dudas... compró una botella de cachaça, tomó el corcho y bebió es el sorbo de ella directamente a través del cuello de botella. Se secó los labios con el dorso de la mano, dio las gracias al posadero y salió a la calle, paseando y bebiendo. Y fue en este paso que terminó después de caminar unas dos horas, frente a la casa de Helena y Cecilia. Se apoyó en el poste y observó la casa, observando como un perro de caza acecha al acecho para acercarse a su víctima. Miró el reloj... era un poco más de medianoche...

No pasó mucho tiempo, y las luces del auto de Helena brillaron al final de la calle. Ricardo, a pesar de estar un poco borracho, notó la aproximación y estaba alerta, listo para atacar en el momento en que el auto se detuviera. Las tres hermanas desembarcaron... Helena solía dejar su vehículo estacionado frente a la casa, ya que no tenía garaje en la casa donde vivía. Cuando los tres se dirigían al portón, apareció Ricardo, arma en mano, gritando el nombre de su ex...

- Cecília, maldita cosa... ¡ahora vamos a ajustar cuentas!

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