WALKÜREN - LAS TRES MARÍAS Capítulo uno
WALKÜREN - LAS TRES MARÍAS
Capítulo uno
El canto del viejo carro, que hacía las veces de cocina ambulante, hacía al viejo Tião, cocinero oficial de la campaña, que lo seguía por el mar verde formado por la hierba hasta donde alcanzaba la vista. Ese ritmo lento asociado al calor de la mitad del día hacía que Tião y su ayudante, Leo, durmieran de vez en cuando una siesta, ya que estaban cómodamente instalados en el asiento del vehículo, tirado por una yunta de bueyes... Detrás de cerca, el sonido del cuerno, guiando a esa gran manada a través de la pradera. Pretendían llegar a Espírito Santo do Pinhal antes del anochecer, pues allí habrían recorrido la mitad del camino hasta Quiririm, su destino final. Era un gran lote de bueyes que estaba en tránsito, encargado por varios criadores de esa región del Valle de Paraíba. Venían de Rio Verde, Goiás, no podían acelerar el paso del ganado, bajo el riesgo de que el ganado llegara con bajo peso para sus nuevos dueños. Y así siguieron caminando en esa calma que enerva más que calma... pero no había manera, tenían que seguir adelante...
El sol se hundía bajo el horizonte. Ese mar de ganado avanzaba inexorablemente hacia el río. Tenían que encontrar un buen lugar para pasar la noche. Después de todo, habían estado en marcha desde que el sol salió por el este, y desde entonces se habían detenido unas cuantas veces, lo suficiente para que la manada y los hombres descansaran. Según los relatos de Zé Cardoso, el líder del grupo, tenían al menos dos días de retraso con la campaña. Es que tuvieron algunos problemas en el camino y perdieron mucho tiempo juntando el ganado cuando se dispersaron... fue una campaña grande... casi mil cabezas de ganado... lo que denotaba doble cuidado, porque si dispersado el trabajo para reagruparlo sería mucho mayor... y varias veces los vaqueros tuvieron que reagrupar pequeños grupos que insistían en romper la formación. Zé estaba preocupado... no conocía bien la región y no sabía si había pirañas en el río que iban a cruzar... y tendría que revisar este tema antes de poner el ganado en el agua ... pidió a sus vaqueros que eligieran a uno que fuera débil, para probar el agua... si pasaba ileso, entonces no había peligro. Suspiró con alivio. El ganado cruzó tranquilamente. Al ver que todo estaba bien, dio la orden de que el ganado comenzara a cruzar. El sol ya se había puesto desde hace mucho tiempo cuando el último ganado terminó la travesía. Juntaron todo el ganado en un gran círculo y se prepararon para pasar la noche. Zé distribuyó algunos de sus vaqueros en varios puntos, para que pudieran controlar la manada durante la noche. Después de que todos comieran el rancho y tomaran un café fuerte, dividieron los turnos de guardia para que todos tuvieran la oportunidad de descansar un poco, ya que la caminata del día siguiente sería larga...
Zé Cardoso estaba preocupado. Aunque la noche era clara como el día, como la luna llena en el cielo era tan brillante que iluminaba todo a su alrededor, algo lo estaba molestando. Un ganadero, experimentado en el trato con el ganado, notó que el ganado estaba especialmente inquieto esa noche. No pude distinguir lo que era. Oz, no lo fue. Pues antes de decidirse a acampar en ese lugar, los exploradores examinaron todo el terreno alrededor, y no encontraron señal alguna de este hermoso felino. Pero intuía que algo no andaba bien... el ganado se ponía cada vez más nervioso, y eso no era buena señal. Después de todo, cualquier cosa extraña que sucediera en ese lugar podría provocar una estampida de ganado... en algún momento algunos tapires abandonaron el lecho del río y se dirigieron entre el ganado. Se mezclaron con el ganado, compartieron el pasto con ellos... El primer cambio de guardia se produjo en la mayor tranquilidad. Era un poco más de las once de la noche. A eso de las tres de la mañana se volvían a turnar y así todos descansaban para retomar el camino... a eso de las cuatro de la mañana los animales, que hasta entonces habían estado tranquilos, comenzaron a agitarse. Zé Roia, que estaba al mando mientras el líder descansaba un poco, intentó despertar a unos peatones y se fueron a patrullar la zona, a ver si todo estaba en orden... lo último que querían en ese momento de la campeonato era dejarse sorprender por lo que fuera. Después de un tiempo, el ganado volvió a calmarse, regresaron los vaqueros y finalmente los que pudieron, se echaron sobre sus cueros, para descansar una o dos horas más, mientras el resto de la gente continuaba en alerta máxima....
Los primeros rayos de sol comenzaron a aparecer alrededor de las cinco y media... era verano, cuando el día llegó un poco antes. La brisa que soplaba del este era suave, tan apacible como el ganado que aún dormía en el campo. Poco a poco los vaqueros se fueron levantando, espoleados por el olor a café que salía del hornillo improvisado, junto con el pan de maíz tibio para acompañarlo... Zé Cardoso corría de un lado a otro, revisando que todo estuviera en orden, revisando que la peonada estuviera bien, que todos los postes estuvieran tapados... después de un tiempo, Zé Cardoso notó que faltaba uno de los vaqueros. .. debe estar en guardia en la parte más alejada del grupo. Inmediatamente, le pidió a uno de los peones que fuera a buscar al niño, porque dentro de poco juntarían el ganado y no era bueno salir para el viaje con el estómago vacío...
Unos quince minutos después de haber ido en busca de su compañero, el muchacho regresó, más blanco que una sábana... al ser cuestionado sobre lo sucedido, solo pudo tartamudear, con gran esfuerzo...
- ¡Él... está muerto!
Todos estaban a tu alrededor....
- ¿Quién está muerto, Valdomiro?
- Chiquinho... ¡Chiquinho ha muerto!
- ¡¿Como?!
- ¡Su garganta... fue arrancada!
La noticia cayó como un bombazo en la campaña. Zé Cardoso decidió preguntarle al vaquero detalles de lo sucedido. Pero el chico, incluso acostumbrado al trato inhumano del campamento, estaba en estado de shock. Finalmente, Zé Cardoso decidió ir con dos vaqueros a donde se suponía que estaba Chiquinho. Cuando llegaron, el susto... el chico tenía la cabeza prácticamente separada del cuerpo... pero extrañamente, poca sangre estaba esparcida a su alrededor...
Los tres desmontaron y comenzaron a examinar el suelo alrededor del cuerpo. Una búsqueda infructuosa, ya que no se encontró ni un puñado de hierba arrugada en su búsqueda, lo que despertó la curiosidad de Zé Cardoso... para poder derribar y morder así el cuello de Chiquinho, no podía ser un animal pequeño, tenía ser una especie de animal de gran tamaño... pero no encontraron la menor señal de nada, ni al lado de la víctima ni en un radio de cien metros de ella... Zé Cardoso se quedó pensativo... qué haría ahora? Por tradición campesina, debían abrir una fosa y enterrar al pobre vaquero allí en el lugar de su muerte... pero los tiempos estaban cambiando, ahora este tipo de hechos se comunicaban a las autoridades más cercanas... y al cuartel de la policía estatal estaba a menos de dos kilómetros de donde estaban....
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