WALKÜREN - LAS TRES MARÍAS Capítulo sesenta y cuatro


WALKÜREN - LAS TRES MARÍAS

Capítulo sesenta y cuatro


-Isabel...

- ¿Qué pasó, Gracia?

- No me gusta esta historia...

- Ninguno de nosotros lo es... pero no podemos hacer nada...

- No sé...

-¿Qué opinas, Rosa?

- Tenemos las manos atadas, ya sabes...

- Sí, lo sé... pero no me gusta.

- Tenemos que hacer algo... de lo contrario Anhangá diezmará a los vaqueros...

- No podemos intervenir... el único que puede hacer algo es Juvêncio...

- ¿De qué manera? Rose lo encantó...

- No encandilé a nadie...

- ¿Ah no? Entonces, ¿por qué ahora sólo puede mirar a Matilde? Dios mío, el hombre es tan descuidado... Nunca lo había visto parado de espaldas a la entrada de ningún lugar en el que estuvo antes...

- Chicas, ustedes saben que él no podía haber sido consciente de lo que iba a enfrentar… Tuve que hacer lo que hice…

- Sí, pero... ¿y ahora qué?

- ¿Ahora? Ahora huimos de todo aquel que nos pueda preguntar qué pasó....

- Sí, lo sé... como el Delegado Santana...

- Sabes que si nos hace la pregunta correcta, no podemos evitar responder, ¿verdad?

- Sí, pero...

- ¿Pero qué, Gracia?

- Izabel, explícame algo… ¿desde cuándo empezamos a actuar de esta manera?

- ¿En qué dirección, Grace? No estoy entendiendo...

- Sabes de lo que estoy hablando... esto de que somos... ¿cómo es realmente? Ángeles de la muerte...

- Mira, no estoy seguro… pero creo que todo empezó en Quiririm, cuando acompañamos a esa diosa al mundo del más allá…

- No, está bien... ¿pero por qué nosotros?

- No sé decir...

- Piénsalo... no somos nada especial... tú eras una paleta que estaba muerta de miedo de su propia sombra... Yo siempre estaba tratando de ganar un poco de dinero extra para salvar a mi madre... Rosa Era una esposa que sufría a manos de su marido...

- Sí... y en realidad, nuestra vida era normal hasta que regresamos a nuestra ciudad... y de repente, todo se puso patas arriba...

- No es por nada, Bel… pero la partida de tu padre fue muy extraña…

- Por lo que tengo entendido, Rosa… bueno, mi padre no era humano… lo que me convierte en un semidiós, supongo…

- Vale, te entiendo… si tu padre fuera un dios encarnado en la tierra… aunque… oye, pequeño dios, ¿eh?

- Gracia...

- Pero eres... tú, vale... eras hija de una criatura celestial, algo y tal... pero, ¡¿las dos?! ¿Qué tenemos que ver con el pescado?

- No lo sé, Graça... No tengo idea. Pero debe haber alguna respuesta lógica...

- Si lo hay, no me he dado cuenta hasta ahora...

- Ni yo...

- ¿No sería lógico que compartieras esta... herencia mística... con tus hermanos?

- De repente esto no tiene nada que ver con la sangre, ¿lo has pensado?

- No lo sé… lo que sé es que de vez en cuando siento que estoy viviendo un sueño…

- Te entiendo, Rosa… a mí me pasa lo mismo…

- Chicas, las entiendo... ¡Les juro que las entiendo! Pero nuestro problema ahora es otro...

- Yo se...

- Cómo hacer que Juvêncio defienda al grupo de vaqueros que se acercan a la ciudad...

- Sí... porque si no actúa, será un baño de sangre sin precedentes... Anhangá se muere de hambre y va a la olla con mucha sed...

- Bel, sabes que no puedo romper el hechizo que usé… no tengo el poder para hacer eso…

- Ninguno de nosotros lo ha hecho... pero si no rompemos la magia, él no irá al campo de batalla...

Los tres se sentaron en la cama, pensando. Sabían que tenían que tomar alguna medida, pero no tenían idea de cómo hacerlo. Consultar a un chamán o a un pai de santo estaba fuera de discusión. Un sacerdote, entonces... eso no sería posible, realmente. Después de todo, no hace mucho, la Iglesia había asesinado a varias personas que ostentaban algún tipo de poder sobrenatural… Vale, al parecer eso era cosa del pasado, pero prefirieron no arriesgarse.

Después de pensarlo mucho, decidieron que lo mejor era cruzar la llanura a caballo. Tal vez estar al aire libre les ayudaría a ver una luz que les ayudaría a resolver ese problema.

Llevaban una buena media hora cabalgando... un poco más, un poco menos, y notaron que sus animales estaban cansados. Era mejor dejarlos descansar un rato. Realmente necesitaban hacer una parada, ya que tenían que poner en orden sus ideas, pues empezaron a buscar un lugar que fuera agradable para ellos. Vieron el bosque, no lejos de donde estaban.

Se acercaron a los árboles, cerca de un arroyo. Desmontaron bajo la fronda de un árbol y soltaron sus monturas, que fueron a saciar su sed. Se sentaron y quedaron absortos, tratando de encontrar una solución a su problema inmediato. Sí, porque tenían un problema entre manos y necesitaban solucionarlo. Pero ¿cómo, si no podían actuar en contra de las directrices que recibieron? Sí, tenían que seguir un estándar de conducta, sin importar quién resultara perjudicado por ello. Y esta situación les molestaba...

Izabel estaba pensativa cuando, de repente, tuvo una epifanía... desde que comenzaron a usar sus colgantes, dejaron de ser ellos mismos y se convirtieron en otras entidades... ¿y si se los quitaran por un tiempo? ¿Volverían las cosas a la “normalidad”? No podía garantizar eso, pero... valía la pena intentarlo...

La niña explicó su idea a sus amigas y, de inmediato, todas se quitaron las cadenas del cuello. Graça y Rosa le entregaron sus colgantes a Izabel quien colocó los tres uno al lado del otro... y las piezas se fusionaron en una sola, formando nuevamente el medallón original.

Los tres se quedaron mirando el medallón, como si no entendieran exactamente lo que sucedía a su alrededor. Rosa se levantó, caminó un poco, examinando el lugar donde se encontraban. Se volvió hacia los otros dos, con una mirada de asombro...

- Chicas, ¿cómo terminamos aquí?

- Creo que a caballo… al menos nuestras monturas están pastando ahí mismo…

- Graça, para Graça... ya hemos visto que nuestros animales están aquí... pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí sin darnos cuenta?

- No lo sé... Bel, ¿qué hace en el suelo el medallón que te regaló tu padre?

- Te juro que no lo sé...

- Será mejor que lo guardes, antes de que lo pierdas… después de todo, es el último souvenir que te regaló, ¿no?

- Sí... extraño... ¿por qué lo traería al bosque?

- ¿Y yo sé? Pero es mejor ahorrar...

Izabel tomó el artefacto, lo envolvió con su bufanda y lo guardó en la alforja de su caballo. Se quitó el sombrero y volvió a sentarse bajo la sombra del árbol... hacía mucho calor... tanto que Graça decidió desnudarse y tirarse al agua para refrescarse... y pronto la siguieron por sus dos amigas, que se quedaron jugando en el agua durante mucho tiempo...

 

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